Consejos clave para familias frente al Acoso o Matonismo Escolar
Este artículo tiene como finalidad dar unas pautas básicas para abordar una situación tan compleja y traumática como el acoso o matonismo escolar.
En lugar de bullying, se opta por definir el acoso como una situación de matonismo, para poner el acento en quien inicia la agresión y en consecuencia, origina el daño: la persona agresora, que puede ser una o varias.
Para evitar confusiones, es importante en primer lugar, dejar claro a las víctimas de acoso o matonismo escolar y a las personas espectadoras que chivarse es diferente de denunciar. Hablar sobre este tema en casa es el primer gran paso en la prevención del maltrato entre iguales.
Denunciar un maltrato NUNCA es «chivarse»
Para hacer frente a la «ley del silencio» que impera en la mayoría de ambientes educativos, en donde quien habla es inmediatamente acusado/a de «chivato/a», debe quedar claro que denunciar que una persona sufre acoso NO es chivarse.
¿Qué es chivarse?
Chivato/a es la forma peyorativa de etiquetar a quien se atreve a denunciar un mal trato, ya sea porque lo sufre en primera persona o lo está viendo en su alrededor.
Es importante dejar claro que poner en conocimiento de quien tiene autoridad que una persona está sufriendo daño es proteger a quien está sufriendo una agresión. Evidentemente, esta denuncia pone en el punto de mira a quien agrede, pero el objetivo no es sancionar, sino parar la agresión y reconducir su comportamiento.
Estamos hablando de menores de edad. Existe la posibilidad de que los agresores estén siendo víctimas de otros maltratos y la prudencia debe ser exquisita.
Hacer una investigación exhaustiva de lo que está sucediendo, de cuándo pasa, de quienes intervienen y otros factores: elaborar una narrativa ajustada a la realidad, es un paso previo a cualquier intervención.
¿Qué se puede hacer desde casa?
Prevenir mediante el diálogo, dejando claro la diferencia entre chivarse y denunciar.
Hay que tener en cuenta que son tres perfiles quienes intervienen en el acoso: persona agresora, víctima y espectadores.
Todas las personas intervinientes, ya sea por acción u omisión, acaban sufriendo daño a lo largo del tiempo, en distinta graduación, pero nadie se libra de las consecuencias de estos hechos.
1. Fomentar una comunicación abierta que invite al diálogo.
Prevenir mediante el diálogo, dejando clara la diferencia entre chivarse y denunciar.
Todas las víctimas suelen callar por miedo a represalias o por vergüenza, por temor a no ser creídas o porque cuando sacan el tema, les animan a defenderse y simplemente no pueden, por estar en inferioridad de fuerzas, o en inferioridad numérica.
Hablar en un entorno de confianza permite aliviar la carga emocional, desahogarse y quitarse un peso de encima. Una charla permite mantener las emociones equilibradas.
✔ Conversar con peques y adolescentes a la hora de la cena, contarse alegrías, penas y hacerse confidencias, equivale a generar un ambiente de protección en el que quienes participan pueden sentirse en un lugar seguro y protegido.
2. Mantener la calma.
Reconocer que el tema preocupa y que podemos necesitar un tiempo para analizar la información y procesarla es esencial.
Nadie tiene porqué tener de antemano todas las respuestas. Somos personas, no superhéroes.
Quien ha sufrido una agresión no suele contarla y cuando eres peque o adolescente, es más difícil todavía poder ponerle palabras y decir lo que ha pasado. Es esencial tener esto en cuenta. Pueden dibujar, expresarse mediante lágrimas o arrebatos de ira descontrolada, pero narrar lo ocurrido requiere haberlo procesado. ¿Cómo y cuándo se procesa una agresión?
Sin embargo, si en casa se les pregunta a menudo cómo ha ido el día en el colegio, para quien es menor de edad responder: «Mal», puede ser más sencillo y el principio de una conversación que nunca debería ser un interrogatorio, porque le hará sentir culpable.
Ninguna víctima es culpable de haber sufrido una agresión. Tal vez lo más complejo sea, precisamente, a qué se llama agresión.
✔ Respirar: inhalar y expirar con calma el aire por la nariz hace milagros a la hora de mantener el tipo: mostrar fortaleza, serenidad y responsabilidad. Preguntar si quiere un abrazo y consolarle, sin palabras, es lo primero que hay que hacer. Dejar que exteriorice el dolor que está sintiendo.
3. Establecer límites claros.
Una riña, una diferencia de opiniones o incluso una pelea, no tiene por qué ser acoso escolar si es algo puntual, ha habido un contexto que lo justifique y ha sido de una persona a una persona, o de un grupo a otro grupo, en igualdad de fuerzas.
✔ Dejar claro qué es una agresión, qué es acoso o matonismo escolar y qué es una riña o pelea puntual.
4. Fomentar la autoestima.
Cada persona es como es, tiene derecho a serlo sin recibir etiquetas que lo conviertan en un objeto.
En la vida, quien diga que carece de defectos, que hable en primer lugar.
✔ Todas las personas tenemos aspectos que mejorar y el derecho a ser cómo somos, siempre y cuando nunca hagamos daño a nadie.
La libertad propia, termina donde empieza la ajena, y viceversa. ☯ Somos seres sociales.
5. Supervisar el uso de la tecnología.
Nadie debería ver el contenido de las redes sociales sin la supervisión de personas adultas hasta los dieciséis años. Nadie dejaría a un menor jugar con un cuchillo jamonero y el móvil, la tablet o el PC equivalen a armas con las que una persona puede sufrir heridas psicológicas, emocionales y sociales de envergadura.
✔ Limitar el tiempo de uso del móvil, tablet o PC y supervisar los contenidos que reciben.
6. Involucrarse en la comunidad educativa.
Las personas que ejercen la docencia necesitan ayuda. Nadie debería delegar en ellos la educación moral de sus peques o adolescentes, porque es tarea de los padres.
✔ Participar con la comunidad educativa asistiendo a las reuniones, las tutorías, los festivales escolares, etc. es imprescindible. Aquí nunca sobra nadie.
Conclusión
Quienes conviven con peques y adolescentes desempeñan un papel crucial en la prevención y manejo de situaciones delicadas que pueden llegar a ser peligrosas si no se interviene a tiempo.
Hay que pensar antes de actuar para evitar sumarse al problema y empeorar una situación de conflicto. Medidas como investigar para recabar toda la información, pedir la colaboración de otras madres y padres, consultar en el colegio si se ha advertido algo, etc. puede cerrar con garantías un proceso de acoso o matonismo escolar.
Las personas que entran en modo colaboración, se fortalecen unas a otras y logran mejores soluciones que actuando por separado.
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